ARTÍCULO

El péndulo de la compasión

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escrito por
LOLA SALADO
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Silvia Fernández Campos es una invitada muy especial, es de la casa Nirakara. Junto con Gustavo G. Diez, director de Nirakara Lab, dialogaron sobre temas “fascinantes”: la muerte, la empatía, el distrés empático, la compasión, la resiliencia, el autocuidado, la distracción hábil, el optimismo realista, el pesimismo inteligente y el apego a la vida, entre otros, pero no los únicos. Fue durante la duodécima conferencia del Ciclo Medicina del Estilo de Vida 2021, última de este año, titulada la Resiliencia desde la psicología positiva y las tradiciones contemplativas, en la que además nos regaló una primicia: su teoría sobre "la pendulación compasiva".


Silvia suele explicar que el ser humano tiene una increíble capacidad de resiliencia, consigue adaptarse e incluso crecer ante las situaciones más adversas, como aquellas que implican violencia, pérdida de un ser querido, enfermedad grave, pobreza y desempleo prolongado. En esta conferencia analizaron la gran utilidad que tienen aspectos como la empatía y la compasión en situaciones de estrés intenso y trauma así como los beneficios del mindfulness en contextos de enfermedad y las diferentes técnicas para cultivar la ecuanimidad y la amabilidad. Silvia disecciona la resiliencia como una capacidad compleja, multidimensional y dinámica. Una capacidad que puede entrenarse y que no es exclusiva de unos pocos, sino de todos.


Para empezar Gustavo avisó de que se irían por “bulerías” (y lo cumplieron). “Es nuestra naturaleza… Nos conocemos desde hace mucho tiempo y en deferencia de quienes nos escuchan y no la conocéis quiero presentar a Silvia brevemente. Creo en el poder de las historias y la historia de tu vida habla de algo muy importante, que me inspira y me entusiasma, tu pasión por el conocimiento, útil o existencial. Por eso creo que te doctoraste en lo que quizás es parte del núcleo de las preguntas del ser humano, el sentido de la muerte. De hecho, lo hiciste por The New School for Social Research, Nueva York, y el tema fue “La muerte en las diferentes culturas”. Corrígeme si me equivoco, hiciste un estudio de campo en Benarés, India, que dio lugar a un documental que todavía está por la red ¿Cómo se llamaba el documental, Silvia?

Silvia. Se llama "La buena muerte", sí, en Varanasi.

Gustavo. También estuve en India y verdaderamente la muerte está por doquier. Aquí se aísla en cierta manera, hasta cuesta diferenciar, por ejemplo, el tanatorio de la M30 de un hospital, una universidad, un centro penitenciario o cualquier otro edificio. Incluso a los edificios los hemos despojado de la mitología del sentido de la muerte. Eso dice mucho de cómo afrontamos la muerte.


(…) Al final la muerte es ante todo una historia que nos contamos de la muerte, porque no la conocemos. Pero desde otro punto de vista, aunque sea una historia, un relato, un mito, es muy importante. Si estudiamos las distintas culturas, vemos la influencia tan enorme que tiene la forma de entender la muerte en esas sociedades. Me encantaría preguntarte acerca de ¿cuál es el mito en nuestra sociedad de la muerte? Es decir, ¿qué sentido le damos a la muerte en nuestra sociedad?


Silvia.
 Me parece que empezamos con una gran pregunta, Gustavo. Nada de charla pequeña. Cómo vivimos y cómo entendemos la muerte ha ido cambiando en nuestra cultura. No siempre ha sido como ahora, vivimos en una época en que la empujamos fuera de nuestra vista… Los cementerios están lejos del epicentro de la ciudad, cada vez morimos más en los hospitales fuera del entorno familiar o arropados por ritos culturales.


En esta cultura hay una obsesión con la juventud, con lo bonito. Así que en general todo lo que sea sufrimiento, enfermedad, muerte, y no me refiero solo a la muerte física, sino a las pequeñas muertes que atravesamos - un divorcio, que tu cuerpo no sea el mismo que hace 20 años… -, un montón de pequeñas muertes, la sociedad no nos ha enseñado cómo encajarlo, cómo digerirlo. Son cosas que tendemos a empujar… para después o luego, que puede funcionar a corto plazo y ser útil en algunos momentos, pero cuando pasan cosas fuertes o cuando te toca a ti tu turno de morir, te pilla por sorpresa: ¿qué es esto?


Ahora vivimos la muerte con bastante negación de la muerte pero no siempre ha sido así en nuestra cultura. Por ejemplo en la Edad Media en Europa se veía la muerte en todas partes, la tenían más integrada.


Gustavo.
 Diríamos que en principio es una muerte del mito. El diagnóstico que he creído entender de tus palabras es que ya no hay un sentido, ya no hay mito de la muerte, ¿no? O que está muy ausente.


Silvia.
 Claro, también te digo que yo tengo un sesgo… Como me muevo en el mundo de la resiliencia, la muerte, el duelo, también veo que empieza a haber una sed muy grande de hablar de estos temas, por explorarlos, o quizás sea un sesgo. Mi entorno se está abriendo cada vez más a la curiosidad; a un espera, vamos a mirar esto que estamos dejando de lado y que nos va a tocar a todos. O puede que también sea que está cambiando, que está dando otro giro en la cultura y se está dando cuenta de que se ha pasado al dejar a un lado la muerte. No lo sé, eso espero.


Con la pandemia hemos tenido en un primer plano la enfermedad y la muerte. Eso también ha generado un cambio de conciencia, en el sentido de que ya no es solo algo que le toca a otros, o me toca a mí pero más adelante, cuando ya tenga todo resuelto. Ahora hemos visto que puede llamar a la puerta en cualquier momento. En nuestra cultura, la visión de la muerte va cambiando, no es algo estático.


Gustavo.
 Hay muchos proyectos que has hecho dentro de Nirakara pero también fuera, sobre cómo afrontar el proceso de la muerte, tanto con personas que están muriendo, como con quienes les acompañan y concretamente entre sanitarios. De hecho, al comienzo de la pandemia, fruto de tu propia motivación, lanzaste un programa abierto, libre y gratuito para sanitarios, a personas que acompañaban en el proceso de morir dadas las circunstancias que había en los hospitales. Recuerdo la frustración de muchos colegas sanitarios y de uno en concreto, que me decía se están muriendo por los pasillos, totalmente sobrepasado.


En grandes líneas, ¿qué reflexiones tienes acerca de cómo se entrenan los sanitarios en el afrontamiento de la muerte de los pacientes? Al final como decía Groucho Marx, “no vamos a salir vivos de esta”, es decir, es algo indefectible. ¿Qué gaps has visto entre los sanitarios para afrontar la muerte y qué proposiciones nos das?


Silvia.
 Uno que es básico, el autocuidado. Si vas a estar nadando en las aguas de la enfermedad, el sufrimiento, la muerte, y no te cuidas, - y soy más específica, si no te cuidas el cuerpo - no es sostenible dar una buena atención a otras personas. Ya sé que es un cliché pero realmente el autocuidado es la base para poder cuidar a los demás. Luego hay que añadir más ladrillos, pero es que si no estás durmiendo bien, no estás comiendo bien, no estás moviendo tu cuerpo, no te estás cuidando, todo lo demás, creo, que no es sostenible.


Al cuidado corporal, añadiría más ladrillos, como el cuidado emocional, el psicológico, la conexión social o regularte con otras personas, que también ayuda mucho a nivelar emociones; no solo hacer trabajo interno sino también en grupo, crear comunidad, lo que en la pandemia también se ha visto muy tocado, me refiero a la falta de tacto, no poder ver el rostro entero...


En general, en la profesión sanitaria, más entrenamiento en empatía y compasión, ya sabemos de empatía, somos homo empáticos, como decía Jeremy Rifkin, en “La civilización empática: la carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis”, estamos programados para la empatía pero un exceso de empatía mal gestionado te hace que entres en el distrés empático, y eso no ayuda. Creo que es necesario más entrenamiento para tener un punto medio, entre vincularte pero no demasiado.


Distrés empático, cuidado, no ayuda


Gustavo.
 ¿Qué es el distrés empático?


Silvia.
 Lo voy a representar con mi cuerpo (minuto 10:49): esta soy yo y este eres tú. En un primer momento si yo quiero saber cómo estás, me meto en tus zapatos, me meto en tu mundo, y por eso me he acercado a la cámara imaginándome lo que tú piensas y sientes. ¿Qué pasa si tú estás en un momento de mucha ansiedad, de mucha agitación? Que yo quiero meterme un momento en tus zapatos pero luego quiero dar un paso atrás, porque si me quedo mucho, hago un espejo a lo que tú sientes y empiezo a sentir también ansiedad. Por tanto, los dos nos ponemos con ansiedad y ninguno puede sostener al otro. No hay calma. La empatía está muy bien como un primer abordaje pero luego es como un baile; estoy con un pie adentro y con un pie afuera. Como me importas estoy aquí: me enchufo pero también me desenchufo de las emociones que se pueden contagiar y que no ayudan. Así distrés empático es un exceso de hacer un reflejo de la emoción del otro.


Gustavo.
 Es como un dejarse llevar, por ejemplo, de su desesperación y en ese dejarse llevar por la desesperación del otro, uno no puede afrontar, ni pensar con claridad y dar soluciones que te competen dar, ¿es eso?


Silvia.
 Exacto. Es paradójico porque un exceso de empatía te puede hacer que te vuelvas autocentrado en el sentido de que empiezas tú a sufrir mucho, de manera que el sufrimiento del otro ya no está en primer plano, sino el tuyo de lo mucho que has hecho de espejo.


Diferencia entre empatía y compasión


Gustavo.
 Has hablado de empatía y de compasión, etimológicamente es lo mismo; es decir, que es simplemente la misma palabra: empatía es griega y compasión es latina pero ha ido tomando un camino diferencial. ¿En qué se diferencia la compasión de la empatía?


Silvia.
 Mi abordaje de la compasión es desde el modelo de las prácticas contemplativas, que puede ser diferente a cómo lo entienden otras tradiciones.


La compasión normalmente se suele asociar a lástima o pena en las tradiciones judeocristianas, pero desde las que yo hablo la compasión es un proceso complejo que tiene otros componentes, cuatro para ser exactos.  En primer lugar, hay una conciencia de que alguien sufre y parece básico, pero si yo no te miro a los ojos o yo no paro para ver cómo estoy, no hay conciencia, y no se activa la rueda de la compasión. A continuación habría como un temblor del corazón, una ternura o preocupación empática que surge en la compasión como una intención de querer aliviar su sufrimiento: ¿qué puedo hacer para aliviar el sufrimiento de esta persona? La empatía forma parte de esta rueda y la compasión es la rueda entera.


La empatía te ayuda, veamos cómo. Si yo te veo con una expresión rara empiezo a pensar con mi mente y utilizo la empatía: ¿qué le habrá pasado; habrá tenido un contratiempo o uno de sus hijos se habrá puesto mal…? Estoy con mi imaginación utilizando la empatía cognitiva, que se sigue activando y luego al imaginar que lo estás pasando mal, surge en mí una emoción de preocupación. Así la empatía está dentro del proceso más amplio de la compasión.


Gustavo.
 Con respecto de la compasión, has hablado de la tradición judeocristiana. En nuestra cultura occidental hay personas que han tratado sobre el tema de la compasión, uno muy particular que no es característico digamos por su calidez y alegría es Arthur Schopenhauer. Para él la compasión era un tema central. Leo una de sus reflexiones: “Toda buena acción totalmente pura, toda ayuda total y verdaderamente desinteresada que, como tal, tiene su motivo exclusivamente en la necesidad del otro, es verdaderamente, si la investigamos hasta su razón última, una acción misteriosa, una mística práctica, en la medida en que nace del mismo conocimiento que constituye la esencia de toda mística verdadera y no es explicable con verdad de ninguna otra forma... Por eso... he llamado a la compasión «el gran misterio de la ética»”.


Para Schopenhauer la compasión es el contexto del que se sirve para describir esa acción que nos lleva más allá de nuestras propias necesidades, hacia el otro, más allá de nuestra propia piel, hablando metafóricamente. ¿Crees que esto es ideal como la belleza o la verdad? O más bien, por decirlo de otra manera, ¿tiene un componente de práctica real?, y si es así, ¿de qué manera?


Silvia.
 Si entiendo bien tu pregunta, es si en el ser humano este impulso de ser compasivos nos surge o si es algo que aprendemos a poner en práctica porque es socialmente útil. ¿Sí?


Gustavo.
 Exactamente, sí.


Silvia.
 Es un poco de ambos. Mi respuesta cuando tengo que elegir entre A o B, siempre digo A y B. Realmente creo que tenemos la semilla de la compasión, que somos homo empáticos. El 99% de nosotros resuena emocionalmente, diría el 99% porque se estima que el 1% de la población suele tener rasgos psicopáticos muy marcados, pero el 99%, lo normal es que resonemos ante otros seres humanos, que nos importen.


Yo creo que la semilla de la compasión está ahí; el querer dar, el sentirte bien ayudando… lo  que llaman el subidón del que ayuda; pero también creo que tenemos todas las semillas, no solo la de la bondad o la compasión, también las de la crueldad, el egoísmo, la envidia. Lo tenemos todo, como la metáfora de Thích Nhất Hạnh: somos un jardín y están todas las semillas. El tema es cuál quieres regar; cómo quieres que crezca tu jardín. A mí me gusta mucho esta metáfora. Creo que es algo innato, pero como todo lo innato si no los refuerzas se queda en poco.


Compasión absoluta, ¿es posible?


Gustavo.
 Parte también de la intención de la pregunta nos la da una persona a través del chat, que dice: ¿Pero es posible la composición absoluta? Es decir, el olvido de sí mismo a un nivel así general.


Silvia.
 Esta pregunta me entretiene mucho y tengo una buena respuesta. Tengo que decir que no es mía, es del Dalai Lama, que por cierto suelo aclarar que tampoco soy una groupie del Dalai Lama, pero hay respuestas de él que me encantan. En un debate sobre si realmente existe altruismo o no, le vienen con la idea de que realmente no existe el altruismo, ni la compasión pura, porque en el fondo te hace sentir bien, y el respondió algo así: "si te hace sentir bien es el mejor tipo de egoísmo que conozco".


En el fondo, si el altruismo, si el dar mucho, con altos costes, te hace sentir bien, ¿qué bien programado está el ser humano para ser un ser social? Es una situación en la que ganas tú y gana el otro. Si encima de ayudar, te hace sentir bien, yo digo pues mucho mejor; qué más da que parte de la motivación sea egoísta. Pueden coexistir más de una motivación: una puede ser egoísta, me quiero sentir bien, me hace sentir bien dar, y otra es que genuinamente te importa el otro. Así que pueden coexistir muchas cosas.


Gustavo.
 Hay otra pregunta a raíz de esta reflexión que has hecho, que es muy interesante… Y es verdad, puede haber personas que siendo altruista encima se sientan bien, pero yo creo que también hay muchas personas, muchos de nosotros, que nunca llegamos a sentir una compasión pura, sino que además de la compasión, hay muchas otras cosas: hay egoísmo, hay miedo, hay inseguridad… Como tú decías un jardín. ¿No se puede convertir la compasión - a ver si me entendéis todos -, en un nuevo Dios inalcanzable? ¿En un ideal tan inalcanzable que opera casi como un punto de reflexión imposible de alcanzar, un superyó tan imposible de alcanzar que al final genera más sufrimiento?


Silvia.
 Sí, esto es algo que hemos hablado tú y yo, Gustavo, y a mí es una conversación que me importa. Lo primero de todo, yo no creo en la compasión pura e ilimitada. Creo en ella como concepto que me ayuda, como apuntar a la luna, pero yo no he llegado a la luna. Yo no he experimentado compasión ilimitada. Es mi experiencia y para ser sincera no la he visto en nadie que conozco, y he conocido a grandes maestros que admiro tremendamente, pero antes o después se agotaba la compasión.


Como concepto es muy bonito pero en cinco minutos de conversación yo puedo pasar de estar congelada a sentir compasión, a tener distrés empático. ¿Qué quiero decir con esto? Que yo no creo en la compasión como un estado puro de “ahora soy compasivo” y esto es lo que soy; o ahora voy a ser compasivo plenamente durante dos horas con esta persona. No es mi experiencia, creo que es como un péndulo. De hecho, estoy desarrollando una teoría pero no me ha dado tiempo a escribirla de “la pendulación compasiva”: cómo en cinco minutos puedes pasar a estoy congelado, me da igual… Si te pasa eso pues atiende un poquito más, intenta imaginar más qué es lo que vive el otro y ahí te vas un poquito el centro, esto es más compasión. ¿Qué te vas al otro extremo? Ahí es demasiado, me he vinculado demasiado, he entrado en distrés empático, de calor a frío. Te vas moviendo constantemente. La compasión para mí no es algo estático.


Pero otra pieza más de lo que estás hablando es que estas prácticas se pueden mal utilizar, para "ahora voy a ser compasivo". Entonces te fuerzas a adoptar un rol de buenismo o de siempre dulzura, que además no es sostenible porque somos muchas cosas. No solo somos dulces o no siempre se nos da todo bien, y ponernos esa presión es insoportable e insostenible. Yo diría... intentarlo hacer lo mejor que puedes, cultivar un corazón abierto y cada vez que cometas un error saberte acunar y volverte a poner en pie para en la siguiente interacción hacerlo mejor.


Quizás es una respuesta un poco larga pero supongo que el atajo es “ojo con utilizar la compasión con tener un trip espiritual de ahora voy a ser bueno”. Tiene que ver más con aprender a conectar, a ser más consciente del sufrimiento ajeno y poderte involucrar desde una postura sana. Vivir con el corazón un poquito más abierto, yo lo veo así. No sé Gustavo, ¿tú qué piensas con respecto a esto?


Gustavo.
 Lo que he visto en este tiempo, también conviviendo con personas que estudian activamente la compasión, es que se puede convertir de una forma muy fácil en un elemento de comparación constante. Es decir, ahora he sido compasivo, ahora no he sido compasivo, esta persona no es compasiva… Les pasa incluso a los crossfistas, para llevarlo a un punto mucho más mundano. Es decir, las personas que practican crossfit, a veces tienen un punto en el que a los demás, los que estamos más tirillas, nos ven de alguna manera desde un lado superior. Y en el compasivo me pasa un poco esto; veo que las personas que se han creído demasiado ese ídolo, y lo han asumido, hay un punto de superioridad moral, que es común en todos los idealismos. Creo que ahí hay un peligro extraordinario y también un peligro de simplificación, de que finalmente esa idea que uno persigue es muy simple, pero no tiene el potencial explicativo para resolver nuestros problemas porque los problemas son más complejos y somos muchas cosas además de ser seres empáticos y compasivos.


Y también creo que genera una falta de autonomía en muchos. Hay personas que están muy perdidas y acuden a grandes filosofías para encontrarse, y está bien, es un buen medio como cualquier otro, pero cuando eso se torna en su propia manera de mirar el mundo, aunque sea efectiva en un primer momento, le resta autonomía, y de repente toda su vida comienza a basarse en cosas que son exógenas de sí mismos; creo que no se liberan en ese sentido. Estos son mis pensamientos. Por último, te voy a poner una viñeta.

Silvia. Me encanta esta viñeta, por varias razones, a mí me ha servido mucho estos meses. Mi madre murió hace ocho meses y estaba en una etapa muy difícil de mi vida, y siempre me habían ayudado cosas como el yoga, la meditación, ampliar la conciencia… Creo que voy a comentar algo que quizás no ibas por esa línea pero me voy a ir por otra.


Distracción hábil, cuestión de conciencia


Algo que me ha ayudado mucho es hacer otras cosas que no había hecho antes, por ejemplo, cantar góspel, irme al gimnasio con la máquina elíptica y ver películas de superhéroes, que es algo que nunca creí que iba a hacer… O yo qué sé, cosas como ver series fáciles en Netflix, que no sean profundas, ni inteligentes. Cosas muy sencillas que me hagan reír y he aprendido también la sabiduría de la distracción consciente y la quiero traer porque me parece importante, porque en estas prácticas siempre se nos invita a aumentar la conciencia. Y es muy importante aumentar la conciencia pero en una mano estaría la de la conciencia y en la otra apertura. Si no tienes dos manos para sostener con amabilidad lo que aparece en la conciencia mejor no subas la conciencia.


¿Por qué me estoy entreteniendo en comentar esto? Porque creo que está genial también utilizar el péndulo para aumentar conciencia y acercarte a algo que duele y luego irte al otro lado, y poderte también distraer, con cosas ligeras, cosas que te hagan sentir bien. Y hacer esto una y otra vez, porque es un tiempo de digerir el sufrimiento, que es más pausado, que puedes pendular, ir y volver, y a mí es algo que me ha ayudado un montón en esta pandemia.


De hecho, y aquí voy a terminar, pero es un tema que me apasiona... Hablé de esto con Frank Ostaseski (profesor de budismo, conferenciante internacional y líder en el cuidado en los procesos de morir), y yo le comentaba: - mira, ahora lo que quiero es ver series tontas de Netflix y ya está. Y él me dijo, que él también y luego me manda un email con “Buda dice que Netflix está bien”, con una lista de estrategias dentro de las prácticas contemplativas para manejar estados mentales no solo difíciles, sino muy difíciles. Uno que me encantó fue stille full distraction, la distracción hábil, y subrayo hábil porque eliges bien; sabes que tienes que lidiar con esto pero dices ahora no, luego. Eres consciente y eliges una distracción inteligente que puede ser veo algo de Netflix y quería compartirlo porque estoy muy en la distracción hábil.


Gustavo.
 Me parece genial y de hecho es algo que pone de manifiesto esa complejidad de tratarse a sí mismo. Fíjate también hay una cosa muy interesante de lo que has dicho, y es que las prácticas de mindfulness y las prácticas de compasión, como tú bien has dicho, vienen de tradiciones orientales aunque también de occidente, con cosas paralelas y cosas antitéticas... Y se da algo que también estoy escribiendo que se llama “el anzuelo soteriológico”. ¿Qué quiere decir eso? Soteriología es toda aquella tradición que sea salvífica, que de alguna forma pinte al ser humano como algo inacabado y que mediante un proceso X se puede acabar, se puede salvar, se puede liberar.


El budismo claramente es soteriológico porque hay un Samsara, un espacio de sufrimiento y de alguna forma la liberación es el óctuple sendero, pero también el cristianismo en el sentido de que la liberación está al final de la vida. Estas tradiciones soteriológicas vienen desde hace tiempo. El filósofo Karl Jasperss habló de una era axial, digamos en torno al 500 antes de Cristo, cuando empiezan a aparecer. Y fíjate Silvia, tiene que ver con que de repente en el ser humano surgieron las ganas de ser más de lo que era, como si de repente un siervo dijera: - “no me siento bien siendo siervo, algo está inacabado me tengo que iluminar”, pero antes de la era axial no pasaba esto, sino que las religiones eran más bien religiones de la tierra. Es decir, en las que se veneraba a ciertas deidades para que hubiera más cosecha, para dar más sentido al orden de la naturaleza.


Bien, el anzuelo soteriológico aparece en estas tradiciones, ¿por qué? Porque finalmente apelan a algo que es inalcanzable, y nos pasa cuando comemos cheetos, que aparece como algo sólido, y la idea de la iluminación es también algo sólido. Pero luego cuando uno empieza a comer está vacío; está vacío el cheetos y quiere otro y otro y otro y otro y entonces se genera un anzuelo, como una especie de devenir.


Sin embargo, en las cosas simples, el compartir una serie con tu pareja, el hecho de estar en una conversación, como la que estamos ahora, en las pequeñas cosas, hay mucho que se pierde, cuando uno está pensando en lo que puede llegar a ser en un futuro, si tiene tal o cual camino que le va a llevar a tal o cual cosa. Y además estas tradiciones se enfrentan a un reto extraordinario que no es de segundo nivel. Ahora, estamos todos hablando de la efectividad de las vacunas, ¿qué efectividad tiene la metodología budista?, ¿cuántos iluminados hay?


A mí me parece y por eso he puesto esta imagen, que a lo mejor también la compasión o la autocompasión dentro de que funciona, (yo he analizado datos, Silvia, como bien sabes y tú también), y he visto cómo, por ejemplo, las prácticas de autocompasión afectan la calidad de sueño, reducen la medicación en personas. Esto es así. Pero por otro lado no hay lo que se llama el bypass espiritual. Es decir, que el hecho de que la práctica de la compasión o autocompasión puedan llevarnos a un estado casi de idealidad, de ilusoriedad, tal que sí nos pueden hacer sentir bien, pero uno sigue en la cama.


Silvia.
 Ya. Yo diría que como todo; depende de cómo tú lo cojas, ¿no? Yo creo que son prácticas muy potentes y no quiero dejar de subrayar esto. A mí me han dado mucho para conocerme a mí. Diría que lo que más me han dado estás prácticas, como puede ser el budismo o el hinduismo, es explorar un poquito mejor cuál es mi relación con el sufrimiento, que es algo que no lo podía hacer desde la tradición en la que estaba. Quiero subrayar que para mí han sido muy poderosas y creo que son una buena guía para explorarte a ti por dentro y para explorar tu sufrimiento y también para poderte acercar al sufrimiento de los demás.


Así que yo diría que si las utilizas bien te pueden hacer crecer mucho pero integrando tu lado oscuro. Por ejemplo, hay libros muy buenos como Feeding Your Demons: Ancient Wisdom for Resolving Inner Conflict, y con demonios quiere decir estados mentales difíciles o emociones difíciles. Por tanto, en vez de alejar las partes que no te gustan de ti,  integrarlas. Una práctica bien llevada te puede llevar a explorarte y a conocerte muy bien para que puedas crecer. Pero estas prácticas, como tú dices, se pueden utilizar como bypass.


Un ejemplo de estas prácticas, si mal entiendes la idea de que estar enfadado es malo, se puede convertir en un fuego que quema todo lo que hay alrededor, tú te puedes creer que hay algo malo en ti por estar enfadado y esconderlo. De repente sientes como una ola de enfado y es como “no, no, no, todo está bien”, y vas a un círculo donde no está bien visto mostrarse enfadado y escondes, reprimes, una emoción que quiere salir. Estás mal utilizando una práctica para quedarte en la superficie en vez de meterte de lleno: ¿cuál es esta tendencia que prefería no mirar, que preferiría no tener pero está ahí? Entonces, estas prácticas van de bucear en lo que te da miedo, en lo que preferirías no ver de ti y hacerlo con mucha amabilidad. Otra vez quiero repetir esto una y otra vez. Y aquí voy a Pema Chödrön, que decía que explorarse a uno mismo sin amabilidad es un acto de autoagresión.


Así que, qué importante si vas a bucear en ti o en el ser humano, hacerlo con un poquito de apertura y amabilidad, porque si no es demasiado difícil; no va a salir lo mejor de ti, no va a ser útil. Esta es mi respuesta, un poquito larga, pero yo diría que, sí, que se pueden mal utilizar, pero bien utilizadas creo que son increíbles. A mí me han dado mucho.


Resiliencia, ¿por qué tanto interés?


Gustavo.
 Esta conferencia ponía una palabra de relieve que es resiliencia. Es un tema que has trabajado mucho, has escrito, has dado formación y además es un tema que está de moda. Transformación y resiliencia, fijaros, ese es el plan de recuperación del Gobierno de España, utiliza dos palabras que tú podrías utilizar en cualquiera de tus formaciones. Al final podemos hacer una lectura muy superficial de las modas, porque a veces son exasperantes, pero también ponen de relieve necesidades. Sin embargo, estamos en una época, a pesar de la pandemia, en la que no vivimos mal si lo comparamos con otras. ¿Por qué crees que ha emergido este interés tan grande por la resiliencia?


Silvia.
 Sí, desde algún punto de vista tenemos menos probabilidad de morir en el presente que hace muchos siglos, desde ese punto de vista vivimos con más seguridad en ciertos países, no en todos. Pero yo diría que no en todos los sentidos vivimos mejor. Por ejemplo, se nos ha olvidado conectar con el cuerpo; hace milenios y milenios el ser humano estaba más conectado con su cuerpo, se acordaba de cómo usarlo, se acordaba de vivir más con la naturaleza. Y eso es una gran pérdida, hemos perdido la conexión con el cuerpo; somos analfabetos corporales y es un recurso esencial.


Cada vez lo valoro más, no solo para cuidarse, sino para conocerse, y también para navegar relaciones. Ahí se ve que la conciencia y la introspección que tienes tú de tus órganos influye mucho en tu empatía con otras personas, en tu capacidad de sentir compasión hacia los demás. Hemos perdido esa conexión con la naturaleza, también vivir en grupos un poquito más grandes. Ahora en ciertas sociedades, sobre todo industrializadas, tendemos a quedarnos en pequeños núcleos, y se han perdido muchos ritos. Es cierto que se han ganado muchas cosas y eso no hay que desestimarlo pero se han perdido ciertas culturas, aunque hay muchísima diversidad cultural, por supuesto.


Lo primero que diría es que la resiliencia siempre ha estado ahí. El homo sapiens es homo resiliente. Desde el principio el homo sapiens se aventuraba a nuevas tierras, buscaba nuevos retos, se encontraba adversidades y crecía; esto en realidad no es nada nuevo. El ser humano sigue buscando retos, tiene una curiosidad innata y también una capacidad increíble de construir cosas y destruir cosas. Es increíble el ser humano.


Después de la pandemia, la resiliencia es especialmente importante, primero porque nos ha tocado a muchos muchas pérdidas, y te ha hecho darte cuenta de lo vulnerable y frágil que es tu vida. Esto suena a tópico y muchas veces lo sabemos a nivel mental, pero cuando alguien muy nuclear a tu vida se muere, ahí lo crees. Tus huesos se empiezan a acordar de que tú también te vas a morir y la reacción es muy diferente a cuando solo lo sabes. Entonces tiembla todo, te entra mucho miedo, ya no tienes tanta seguridad de cómo van a ser las cosas; no sabemos cómo va a ir la pandemia, no sabemos si vamos a poder seguir quedando con amigos dentro de dos meses. (...) nos agarra mucho la incertidumbre. Todas estas cosas te hacen temblar y ahí es cuando es importante cultivar la resiliencia; aunque estés temblando y tengas miedo, poder sostener eso con cierta estabilidad con el corazón abierto, sin que el miedo llegue a pánico. Esto es lo que estoy notando. La situación de pandemia ha metido miedo a muchas personas, nos ha dejado a todos con una sensación de no sé lo que va a pasar. Me podría haber ido por muchas ramas, pero me he ido por ahí.


Gustavo.
 Silvia, una pregunta que nos hacemos normalmente... Sabemos que el ser humano es resiliente, y esa resiliencia se explica de una manera genética pero también por procesos más conductuales y cognitivos, etc. No te quiero hacer una pregunta tipo cuánto por ciento tiene cada uno, pero sí dado que lo genético al final es rígido, no así la epigenetica, como nos habló hace poco Iñaqui Martín Subero, ¿esa componente que podemos entrenar, que podemos flexibilizar en nosotros, que tan real es?


Y te pregunto a ti, Silvia, como psicóloga, como profesora, que has visto a mucha gente pasar momentos muy difíciles, como los que tú has pasado este año con la muerte de tu madre, así como personas que han pasado por enfermedades terminales, personas que han vivido procesos muy difíciles de duelo, etc. ¿Qué elementos son, desde tu punto de vista, los más importantes para desarrollar resiliencia?


Silvia.
 Te voy a dar una respuesta un poquito más amplia, ¿te parece Gustavo? Lo primero es que la resiliencia es la norma y no la excepción, y eso lo quiero aclarar mucho. A veces asociamos resiliencia a personas con dones especiales o superhéroes y la resiliencia realmente es la norma. Es lo que observado yo en mi experiencia y lo que ven un montón de investigaciones en resiliencia, en crecimiento postraumático, con grupos desde militares en guerra a personas que han sufrido violencia interpersonal; personas que han perdido una parte del cuerpo o han perdido a un ser querido en una situación repentina y dura.


Lo que ven estás investigaciones es que entre el 75 y el 85, incluso 90% de nosotros, después de un tiempo siguen adelante con su vida. De hecho, solo suele ser un 5% los que etiquetan como estrés postraumático. Quiero subrayar esto, que la resilencia es la norma, que tenemos un potencial increíble de salir adelante a pesar de todo.


Con esto, no quiero decir que cuando la vida te lanza una fuerte todo sea ganancia. Creo que te deja la marca, una cicatriz. Como dice una investigadora que mí me encanta, Ronnie Janoff-Bulman, de la Universidad de Massachusetts, que ha investigado el crecimiento postraumático, después de un gran trauma o después de un evento muy fuerte en tu vida hay ganancias y pérdidas, y coexisten.


Por ejemplo, lo que se suele ver es que sube el nivel de ansiedad y se queda así durante bastante tiempo, sobre todo cuando ha pasado algo que te ha removido los cimientos, que te ha hecho ver lo frágil que es tu existencia. Pero con el tiempo se ven muchas ganancias, y esto es muy replicado en diferentes culturas.


Así, los que han sobrevivido a algo muy fuerte reportan una sensación de sentirse más fuertes, si yo puedo con esto, puedo con mucho más. Luego por ejemplo prestan más atención a sus relaciones sociales, y algo específico es que empieza a ver más expresión emocional; comienzan expresar más sus emociones.


A mí esto me parece fascinante… porque expresar las emociones es compartir tu autenticidad, no tener miedo a sacar lo que hay dentro por evitar conflictos, lo que significa que hay más valentía. Y la última, es que se suele desarrollar más apreciación por la vida. Esto es curioso porque ella dice: “quizás comprendamos menos la vida, ya no creemos que vivimos en un mundo justo, que las cosas malas solamente le pasan a los malos. Eso se te rompe de tajo”. Los que hemos perdido a un ser querido lo tenemos todavía más confirmado, aquí se puede ir cualquiera. Pero sí que aprecias más la vida. Es ese chasquido de dedos, - oye, que esto pasa rápido y que puedes ser tú -. Si lo canalizas bien, el miedo puede ser un despertador de ¡uy, no me quiero perder esto, no sé cuántas veces voy a estar con esta persona! Como siempre, a algunos les puede paralizar, pero si puedes navegar con el miedo, que el miedo no se vuelva pánico, te puede hacer crecer mucho.


A tu pregunta, a los psicólogos sociales nos gusta responder 50% genética, 50% cultural, aprendizaje…, y me voy a quedar en esas cifras.


Es una respuesta larga, pero por último de la resiliencia diría que hay cuatro cosas que ayudan mucho, que puedes practicar. Primero, en mitad de una tormenta, ecuanimidad, con cuidado corporal, así que junta esas dos. Primero nutre tu cuerpo, cuídate, encuentra un ancla, porque si no uno no sabe ni por dónde empezar. Para esto mindfulness ayuda mucho, o lo que te sirva.


Luego sería también la autocompasión, a mí eso me ayuda. Algunos escribían en el chat “espalda fuerte corazón suave”, es el mantra de mi profesora Joan Halifax y junta dos bases, sobre cómo ve la resiliencia estas prácticas contemplativas. Ecuanimidad, primero un sostén fuerte, y luego corazón suave, puedes abrir un poquito más el corazón para cuidarte tú más, para abrazarte cuando estés mal en vez de machacarte.


Otra práctica desde la psicología positiva: cultivar un poquito más el optimismo realista, subrayo realista, mentalidad de crecimiento. Me gusta juntar opuestos porque a veces las prácticas contemplativas te dicen mira las cosas tal cual son y la psicología positiva te dice míralo con un ligero sesgo positivo. Bueno, dejo caer eso.


Mentalidad de crecimiento y optimismo realista


Gustavo.
 Has hablado de un montón de cosas… En realidad, la resiliencia es fortalecer todas las habilidades psicológicas, pero por ejemplo mentalidad de crecimiento: ¿qué es?


Silvia.
 Mentalidad de crecimiento es elegir la perspectiva desde la que quieres mirarte a ti mismo o a una situación; mentalidad de crecimiento es que tú ves que han pasado cosas malas pero no te quedas focalizado solo en lo malo. Es nuestra tendencia natural, el sesgo negativo del ser humano, pero intentas nivelar eso un poco. Es decir, vale, esto se ha quedado muy tocado pero dentro de esta situación, ¿dónde puedo tener un poco de control? Aunque sea poco probable, ¿qué puedo hacer para que crezca un pequeño brote? Mentalidad de crecimiento es ver que puedes confiar en las cosas que podamos controlar. Luego también es ser creativo, porque un optimista realista, por ejemplo, aunque le haya pasado algo muy malo puede pensar: - podría haber sido peor.


Aquí me estoy acordando de Viktor Frankl, que escribió “El Hombre en busca de Sentido”, y era un increíble optimista, porque fíjate toda la monstruosidad que vivió en los campos de concentración y en el libro dice un sí a pesar de todo. De hecho, nos invita a utilizar la creatividad para transformar lo peor en algo bueno, y eso requiere mucho coraje y creatividad pero es posible. Por ejemplo, él hablaba de una anciana que muchos años después de los campos de concentración tenía pesadillas y le decía el entrevistador: - Es_o debe ser horrible. Y_ ella decía: - no, no, no, es algo bueno. Cada vez que me despierto de una pesadilla me doy cuenta de que estoy bien, que ahora estoy en otra situación. Fíjate, había cogido algo tan horrible como la pesadilla de creer que estaba ahí y utilizarla como algo bueno. Es como un despertador, me hace volver a sentir mucha gratitud de mi vida actual, por si se me había olvidado lo que pasé. Podría dar más ejemplos pero yo diría que mentalidad de crecimiento es ser creativo; utilizar los obstáculos como el camino para despertar. Es decir, vale, ¿cuál es tu siguiente nivel?, ¿qué puedes aprender de esto?


Gustavo.
 Gracias. Te voy a poner una viñeta más. He elegido muchas viñetas para ti, Silvia, porque sé que te gusta mucho el humor y esta pone de manifiesto un problema. Vamos a traducirlo, por si para algunas personas es mejor. Ahí dice: "Guau, son solo las 11. Esto me deja mucho tiempo para arruinar el día de mañana estando despierto y haciendo nada en internet". Pone de manifiesto esta tendencia que muchos tenemos… Sabemos la receta, sabemos que cuidarse es bueno, sabemos que hacer deporte es bueno, sabemos que dormir es bueno, sabemos que pensar de cierta manera es bueno, pero sin embargo nos sorprendemos “n” veces haciendo lo contrario. ¿Por qué sí sé que todo es bueno me sigo jodiendo de esta manera? ¿Qué podemos hacer?

Silvia. Pues disciplina. Disciplina y planificarnos bien. Es como el autocuidado, no paramos de hablar del autocuidado, pero si no te sientas a planificarlo, se vuelve algo de lo que sigues hablando de lo importante que es. A mí me ha pasado. En los cursos que damos, yo he hablado un montón del autocuidado hasta que por fin hace un año me lo me lo he tomado en serio. He dicho: ¡espera, espera, espera!, me voy a guardar en la agenda momentos de autocuidado.


Así que he hecho algo muy específico, que es eso, guardarme en la agenda momentos de autocuidado y respetar esos momentos igual que respetaría un encuentro, un curso que tengo que dar… Y eso es lo que ha cambiado, porque antes lo movía, ahora no lo muevo. A veces negocio con mi pareja… Hay que volverse muy disciplinado en el tiempo de autocuidado. Te voy a poner un ejemplo, hace como dos semanas me fui a dar un masaje y cuando me tumbé dije: - esto lo hago por mis hijos y por Pablo. Y de verdad que lo sentí así. Si yo no estoy bien, voy a perder la paciencia con mis hijos, con Pablo, voy a no mostrar mi mejor lado. Ahora me lo he tomado súper en serio, si no hago deporte esa mañana, sé que no voy a liberar estrés, que voy a estar más cargada y eso va a tener un impacto en el resto del día.


A veces crees que pierdes el tiempo pero lo ganas, lo ganas cuidándote porque el resto lo vas a vivir mejor y además vas a ser más eficiente, estás más despejado. Así que subrayaría eso, la disciplina, que no nos quedemos como el avestruz. A veces está bien navegar y ver cosas tontas en internet. El problema es cuando te pasas en exceso haciendo cualquier tendencia… ¿No sé cómo lo ves tú Gustavo?


Cómo ser un pesimista inteligente


Gustavo.
 Con las conductas yo creo que hay ciertas cuestiones que se pueden hacer, por ejemplo lo que tú has dicho, bloquear en el calendario, hacer algo que sea realista aunque sea poquito, que realmente lo puedas cumplir, que además te dé un puntito dopaminérgico, que te produzca placer en cierto modo, etcétera. Todo como una serie de cuestiones muy conductuales que verdaderamente funcionan. Pero a un pesimista, digamos, de toda la vida, ¿es efectivo decirle que piense un poco más sesgadamente positivo, que tengan mentalidad de crecimiento? Si este pesimista o esta pesimista, realmente, dice bueno, venga, quiero cambiar, ¿cómo hacerlo?, ¿repitiéndose constantemente?, ¿haciéndose una lobotomía?, ¿de qué manera?


Silvia.
 Sabes, Gustavo, tengo una respuesta pero aquí me pillas un poquito, porque tengo que decir que a mí el optimismo me sale bastante natural y también lo he aprendido de mis padres, que eran tremendamente optimistas, siempre viendo el lado bueno. Es verdad que a mí me resulta fácil, pero con el pesimismo se me ocurren dos cosas.


La primera es que sí, que hay técnicas, te podría hablar de los versos de Lojong, que hay frases pegadizas que memorizas como: “descansa en el momento presente”, o “ve todo obstáculo como el camino”, o “no seas tan predecible”, eslóganes de resiliencia que están muy bien. Pero a alguien que sea muy pesimista, si le dices tienes que pensar en positivo, efectivamente, puede ser algo extremadamente irritante. Así que le diría: si puedes, utiliza el humor. Si quieres ser pesimista, por lo menos encuentra la gracia a ser pesimista. Es decir, que te sientas bien siendo pesimista. No sé cómo describirlo…


Gustavo.
 Lo que estás diciendo es que de la misma forma que hay un optimista inteligente y un optimista obtuso, también podría haber un pesimista inteligente.


Silvia.
 Exactamente, si quieres ser pesimista inteligente o es tu tendencia por lo menos que no lo sufras. No te sufras, que puedas quedar con un amigo y sacar un poco de humor a lo mal que están las cosas. Canalizarlo utilizando la creatividad para ver lo oscuro o crea algo de la oscuridad o de cómo ves el mundo que va mal; puedes crear un movimiento, si no quieres ver el lado bueno, pues ve el lado malo y mira a ver qué puedes crear. Es lo que se me ocurre decirte.


Apego a la vida: "No me quiero perder nada"


Gustavo.
 Pues para acabar y hablando de pesimismo voy a traer a la palestra a otro filósofo extraordinario, también con un punto pesimista, que es Albert Camus, que escribió entre otras cosas el mito de Sísifo, y en el mito de Sísifo ponía algo extraordinario. Básicamente, en el libro en cuestión pone en el centro la pregunta sobre el suicidio; entonces compara al ser humano con Sísifo, quien constantemente tenía que estar haciendo una tarea. Cuando la completaba tenía que volver a empezar en un ciclo sin fin. Algo así, también, aparece en algunas tradiciones contemplativas, que miran la experiencia del ser humano como una experiencia de sufrimiento inapelable. Entonces, él dice: "la pregunta más importante de la filosofía es sobre el suicidio porque pese a esto seguimos viviendo". ¿Qué es eso que nos hace seguir apegados a la vida? Y esta es mi última pregunta, a través de Camus, ¿qué es eso que nos hace estar apegados a la vida?


Silvia.
 Solo te puedo contestar desde mi perspectiva, Gustavo. A mí me apasiona la vida, me encanta estar viva. Así que para mí la respuesta es porque no me quiero perder nada; no me quiero perder qué se siente al estar en esta situación, o al viajar, o al enamorarme, o al desenamorarme. No me quiero perder esta vida.


Esto es un tópico pero lo que hace la vida tan preciosa es saber que va a tener un fin. Esto se acaba. La muerte como ese despertador a la vida. Entiendo que si te quedas en la parte oscura del ser humano, de la vida, te puedes llegar a hogar en ella y no veas toda la otra parte. No estoy negando que haya cosas súper difíciles y que a veces sea como ¡aggg, y ahora esto! Pero a mí me pasa de manera muy natural, creo que la vida es apasionante con todos sus matices y te lo digo en un momento de mi vida que no es de los mejores, pero aun así no me quiero perder nada. ¿Te imaginas Gustavo todo lo que has vivido en tu vida no haberlo vivido?


Gustavo.
 Yo no, pero al haber estado igual que tú, con muchos tipos de experiencias, sé que hay una diversidad extraordinaria y que hay personas que verdaderamente no encuentran sentido. Yo creo que la pregunta de Camus es una pregunta por el sentido y creo que es algo central en la resiliencia. Es decir, algo que capta Viktor Frankl, el sentido de la vida y el sentido en la vida en las pequeñas cosas también, no solamente si esto tiene un sentido, si no el sentido que se le da a cada pequeña cosa, me parece formidable.


Silvia.
 Ya sé por dónde vas y claro que sí, la búsqueda de sentido es una dimensión clave en la resiliencia. Algo que me encanta de Viktor Frankl, de su perspectiva, es la búsqueda de sentido incluso aunque sea sufriendo. Hay un caso que cuenta en el libro, que a mí me encanta, de un médico que había perdido a su mujer hacía dos años y estaba completamente desolado. No quería seguir viviendo y Viktor Frankl en vez de intentar animarle, le preguntó: - "qué hubiera pasado si te hubieras muerto tú antes". Ahí el hombre dijo: - "__no, no, no, no, eso habría sido horrible". Él siguió sufriendo pero a partir de ese momento, cada vez que sufría, pensaba por lo menos soy yo el que está sufriendo y no mi mujer, porque a ella le habría partido el corazón tener que vivir mi duelo. Entonces siguió viviendo y el sufrimiento lo vivía de otra manera.


Y ya para terminar, porque sé que Viktor Frankl también habla de la búsqueda de sentido, no solo en el futuro, que siempre es lo que pensamos… sino en encontrar un propósito, algo, agarrarte a algo que te haga seguir. De él me encanta que utiliza la búsqueda de sentido en el pasado también. Esto es algo muy bonito, y en este sentido los jóvenes tienen mucho que envidiar a las personas ancianas. Y es realmente si puedes regodearte en los tesoros que has ido acumulando en tus experiencias. Y claro que a veces surge una sensación agridulce porque a lo mejor ya esas cosas no están, pero si puedes quedarte también en lo dulce, no solo en lo agrio, sentir las dos cosas. También puede ser un sentido de – oye, mira, mi legado, mi vida, que esto no caiga en el olvido, yo he experimentado estas cosas.


Gustavo.
 Gracias. De hecho, hace poco ha salido una revisión sistemática, con estudios longitudinales, que habla sobre el sentido de vida en relación con outcomes médicos, es decir, demencia, enfermedades cardiovasculares cosas muy concretas, y la tremenda relación o correlación cuando cambiaban su perspectiva de sentido, hasta el punto de que cambiaban sus parámetros médicos. Es muy interesante esto que dices, porque ¿hasta qué punto puede ser uno de los factores principales de la salud? Y tiene mucho sentido desde un razonamiento muy simple y es… un organismo como el ser humano que nos basamos tantísimo en el significado de las cosas y en nuestra vida cognitiva, cuando la vida deja de tener sentido, ¿no es normal que todo se vaya apagando?, ¿que al final uno vaya cerrando interruptores de alguna forma?


Silvia se nos ha ido el tiempo y esto quiere decir que nos lo hemos pasado muy bien. Espero que todas las que estéis ahí hayáis disfrutado, como yo lo he hecho. Tu trabajo es muy interesante, siempre te lo digo. Estoy súper agradecido de todo lo que haces y además te admiro, de verdad, mucho.


Vamos a seguir estos ciclos, espero que pronto publiques algo sobre la resiliencia y que lo podamos compartir con toda la comunidad. Muchísimas gracias, Silvia.


Silvia.
 Gracias a ti, Gus, sabes que también soy fan tuya, así que los que no habéis hecho un curso con Gustavo aunque ahora ya es difícil, se deja ver poco en las formaciones, apuntaros corriendo.


Gustavo.
 Gracias Silvia, gracias a todos y a todas, un abrazo muy sentido desde Madrid a todos los puntos del mundo donde estáis. ¡GRACIAS!


(Este texto es una transcripción sintetizada y editada de la videoconferencia que se puede ver íntegramente aquí.)

Silvia Fernández Campos es doctora en Psicología Social por The New School for Social Research en Nueva York. Instructora certificada en el cultivo de la compasión por la Universidad de Stanford, CCARE (California). Directora del programa de Acompañar en la Muerte de Nirakara (Madrid), el cual se centra en formar a profesionales en los cuidados paliativos. Se especializó en el acompañamiento en el proceso de morir con maestros de referencia mundial como Frank Ostaseski y Joan Halifax. Su investigación explora la muerte a través de culturas (tráiler de su documental sobre la muerte en India), la empatía, la compasión y los beneficios del mindfulness en contextos oncológicos. Ha enseñado psicología social y entrenamientos en empatía y regulación emocional en universidades como The New School, CUNY y Columbia University, y en ONGs como The International Justice Project. Actualmente imparte programas de mindfulness y autocuidado para personas con cáncer en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid y en la AECC.

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Escrito por Lola Salado

Consultora de comunicación. Licenciada en Ciencias de la Información, Experto Universitario de Mindfulness en Contextos de Salud (UCM).

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